Stirner: fragmentos de algunas de sus residencias.



La rebelión conduce, no ya a dejarnos dar instituciones, sino a instituirnos nosotros mismos, y no poner en las “instituciones” grandes esperanzas. La rebelión no es una lucha contra lo existente, pues si prospera, lo existente se derrumba por sí mismo, y ella no viene a consistir en otra cosa que en sacarme a mí de lo existente. Si yo abandono lo existente, lo existente muere y pasa el estado de putrefacción. Ahora, como mi fin no es derribar lo existente, sino elevarme yo sobre ello, resulta que mi propósito y mi hecho no son de índole política o social, sino de índole egoísta, supuesto que vayan encaminados exclusivamente a mi favor.
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Cuando en mi camino tropiezo con el mundo –lo cual ocurre a cada paso- me lo trago para aplacar mi hambre de egoísmo. Entre nosotros no hay más que una relación: la del consumo, la utilización, el provecho.
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Yo soy el enemigo mortal del Estado. El bienestar común, como tal, no es mi bienestar, sino el ápice más extremo de la propia abnegación. El bienestar común puede prosperar grandemente, mientras que yo tengo que estar “humillado”; el Estado puede adquirir esplendor, mientras yo carezco de lo necesario.

Max Stirner “El ideario anarquista”