residencia frustrada.

Estas en el edificio más alto de la ciudad, en el último piso, te acercas a la ventana, sales y observas a la gente; tan pequeña, tan insignificante, siempre han sido eso para ti. Pasa una hora desde que te encuentras sentado en el borde de la ventana y nadie te ha visto, tomas unas macetas, las avientas y decides esperar a ver que sucede: un muerto. Sonríes. El tráfico para y la gente voltea, crees que tienes público para que observe tu muerte. Te avientas, sientes el aire en tu cuerpo. No pasa nada por tu cabeza, un silencio profundo. Caes, pero sigues vivo, el dolor invade tu cuerpo, algún hijo de puta abrió una carpa. Ahora tienes el cuello y las piernas rotos, el hocico sangrando, muchas fisuras y alcanzas a ver el hueso de tu muñeca que atravesó tu piel. Ahora le gente se ríe de ti.