residencia vapuleada

En medio de la pelea, no piensas en nada, más que en ver a tu oponente en el suelo y masacrarlo. Los golpeas, te golpean y gimes. Poco a poco la sangre comienza a escurrir por tu rostro y empiezas a disfrutar su dulce y cálido sabor en tu boca. Tu oponente cae, lo golpeas. Una agradable sensación se apodera de ti. Es hermoso. Más sangre, mas suplicas. Vuelves en ti y tu contrincante en el piso, a punto de perder el conocimiento a causa del dolor. Te paras y te aclaman, estas satisfecho. Una experiencia que te llena de vitalidad que alguna vez poseíste en tu mísera juventud.