residencia mágica

Te preparas para una reunión. Poco agradable, sin mucho interés. Los sorprenderás con un acto de magia que alegrara la fiesta y te librará de la sucia y asquerosa realidad en la que sobrevives. Tomas un cigarrillo sin filtro lo desenvuelves y le introduces un pequeño y amistoso explosivo. Llegas a la reunión. Tomas un trago con un valium, como usualmente lo haces. Algo que te clasifica como un drogadicto aceptado por la sociedad. Tomas un poco más, la vista se distorsiona, nada parece real, te “apartas de la existencia”, pero no lo disfrutas. Es hora del acto principal. Buscas los cigarrillos, pero en algún momento, mientras estabas disfrutando de una chava, los perdiste. Encuentras la cajetilla, solo queda uno. Esperas que ese sea el predilecto. Se reúnen todos en un círculo, prenden sus cigarros e inhalan ese suave humo que seca poco a poco sus labios. El tiempo pasa y nada sucede. Esperas pronto termine el aburrimiento. Te pierdes dentro de tu propia mente. De pronto abres los ojos y te encuentras cubierto de sangre. Pero tu cabeza no explotó. Una pequeña equivocación. Será en otra ocasión.